VARANASI

«Más viejo que la historia, más antiguo que la tradición, incluso más viejo que la leyenda, y parece el doble de viejo que todos juntos» – Mark Twain

 Si ya de por si es difícil describir los sentimientos, tratar de explicar las emociones que te invaden cuando visitas Varanasi (Benarés) es como tratar de explicar lo inexplicable, de describir lo indescriptible. Porque en Varanasi convergen todas las emociones, todas las pasiones, todos los caminos espirituales. Un caleidoscopio de colores, sonidos y escenas que a la vez te abruman y sobrecogen, que enraízan en tu interior estableciendo una conexión inmediata con aquello que te conmueve.

Varanasi, la ciudad del Dios Shiva, ha estado siempre íntimamente ligada a la fe hindú, lo que la convierte en el lugar de peregrinación definitivo para los hindúes durante siglos. También está ligada al origen del Budismo, allí, en Sarnath a pocos kilómetros, se encuentra el lugar histórico donde Siddharta Gautama, Buda, por primera vez predicó el budismo, y se donde se originó de la primera comunidad budista. Sin lugar a dudas, es la capital espiritual de India y una de las ciudades más místicas e impactantes del mundo.

Los hindús creen que aquel que muere en la Varanasi alcanzará la salvación y la libertad del ciclo de nacimiento y rencarnación (moksha).  Además, las abluciones en el rio Ganges (la diosa Ganga) tiene el poder de lavar los pecados de los mortales. Estas dos creencias configuran definitivamente la fisonomía urbana y el paisaje humano de la ciudad.

Varanasi es la ciudad de los ghats con acceso directo a los poderes purificadores del Ganges, de los innumerables templos que salpican los estrechos callejones y de los miles de peregrinos realizando sus abluciones; la ciudad de la muerte y la ciudad de la vida. Todo mezclado en un crisol de mitos, ritos y creencias ancestrales que hace imposible la indiferencia.

Allá donde mires verás algo que te deje boquiabierto; puede ser un sadhu desnudo y cubierto simplemente con ceniza, piras funerarias con su fuego eterno, el entrechocar de cientos de precarias barcas en el río, el mosaico multicolor de cientos de saris secándose al sol, la gente lavando ropa a golpes rítmicos, una persona meditando en posición de flor de loto durante horas, o un grupo de jóvenes chapoteando en el agua. Toda una oferta de experiencias desconcertantes únicas en la ciudad de Shiva.

Sobrecoge el atardecer en la ciudad, cuando cada día se celebra la Puja Ganga Aarti, oficiada por siete Brahmanes subidos a un escenario a orillas del río. La ceremonia se inicia con el saludo a la Diosa Ganga, soplando con una caracola al viento, después los sacerdotes realizan variados ritos con lámparas de fuego, campanas, cantan mantras y esparcen incienso. El sonido constante de los instrumentos autóctonos, acompañados por golpes de tambores, campanas y cánticos de fondo, crean una atmósfera religiosa conmovedora. Una ceremonia fascinante que concluye con la liberación de cientos de ofrendas en las aguas del sagrado Ganges.






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