KALASH


Los Kalash, una cultura patrimonio de la humanidad, oculta en las remotas colinas de Pakistán. Marcados en el pasado por su aspecto diferente y su religión pagana, son hoy un oasis de color y calidez en marcado contraste con la tierra inhóspita que los acoge.

Que un pueblo ostente el nombramiento de patrimonio de la humanidad por la UNESCO dice mucho de la pureza y preservación de su identidad cultural. Los Kalash hacen honor a ese reconocimiento en cada uno de los detalles de su vida cotidiana. Un pueblo de cautivadora hospitalidad y de una su apariencia inusual en la zona.
Los Kalash son una etnia Kafir (no creyente), que habita casi escondida en las remotas colinas del noroeste de Pakistán, ocupando los tres subvalles de Kalash; Bumboret, Rumbor y Birir, en el actual distrito de Chitral. Algo más de tres mil miembros que destacan por ser los herederos de un pueblo capaz de conservar durante siglos su propia forma de vida, una religión diferente, sus rituales y animados festivales, su idioma, en definitiva, sus antiguas costumbres. El avance de la modernidad global, por un lado, y el retroceso de las libertades en su país por el otro, ha supuesto una dificultad añadida en el intento de preservar su identidad.

¿Cuál es su procedencia? ¿Cómo llegaron a esta zona? Son preguntas que siguen siendo un misterio. Su procedencia crea controversia entre quienes afirman su origen indo-ario y quienes se inclinan por su ascendencia griega, afirmando que descienden de los soldados del ejército de Alejandro Magno que se extraviaron en el 324 a. C. Lo que si es evidente son sus vínculos con Grecia en los pequeños detalles que alimentan la idea de esta conexión, como el hecho de que bailan alrededor de los fuegos nocturnos, elaboran vino y se entregan a los antiguos deportes olímpicos como la lucha libre y el lanzamiento de peso. Sus rasgos físicos también denotan su origen lejano: sus penetrantes ojos azul verdoso, sus marcados rasgos faciales o su piel aceitunada.

La palabra «Kalash» significa «negro» y hace referencia a la ropa tradicional de mujeres y niñas: un colorido sombrero sobre su cabello trenzado, una voluminosa túnica negra de cuerpo entero ceñida a la cintura y montones de collares y pedrería sirviendo de decoración. Posteriormente se fueron añadiendo bordados en los vestidos, llegando, a día de hoy, a esa ropa tan colorida y elaborada que supone un oasis de color y calidez en marcado contraste con la tierra aparentemente inhóspita que los rodean. Los hombres, por el contrario, han adoptado hace mucho tiempo la vestimenta popular de Pakistán.

Aquí la gente lleva una vida sencilla, en su mayoría dependiente de la agricultura y la cría de ganado. Los cultivos de trigo y los huertos proporcionan alimento. También plantan viñedos para elaborar su tradicional vino. La leche del ganado se utiliza para la elaboración de mantequilla y queso.

Llama la atención como en un país profundamente musulmán, esta comunidad profesa una fe orientada a la naturaleza, parecida a las formas animistas de adoración, incluso con similitudes con los antiguos conceptos de la religión hindú.

Los Kalash siguen practicando sus antiguas costumbres y rituales sociales. Quizas el más llamativo consiste en enviar a las mujeres embarazadas y en período de menstruación al ‘bashaleni’, un edificio de estilo dormitorio alejado de la aldea principal. Lo justifican argumentando que son las mujeres las que se encargan de la mayor parte del trabajo diario; el tiempo en el bashaleni sirve para que descansen de esas tareas cotidianas.

Pero donde más se acentúa la identidad Kalash es su época de festivales, donde beben, cantan y bailan al son de la música, mientras eligen a sus amantes. Y es que aquí la elección del amor es libre; si una mujer encuentra un nuevo hombre durante el festival, puede despedirse de su marido y comenzar una nueva vida sin ser rechazada. Aquí, a diferencia de otros lugares de Pakistán, no existe el concepto de matrimonios concertados, por eso, estos festivales son el marco ideal para que los jóvenes disfruten y encuentren su pareja ideal. Su religión pagana, alejada de las restricciones islámicas es una de las causas de los roles sociales penalizan en exceso a las mujeres, y que se vean por igual a hombres y mujeres trabajando en las granjas o disfrutando, bebiendo vino.

Los Kalash siempre han estado orgullosos de su forma de vida y poco a poco también lo está el resto de Pakistán. Un pueblo que en el pasado fue condenado al ostracismo por sus vecinos, obligándoles a adentrarse en las montañas por sus creencias religiosas. Recientemente, con la mejora de las comunicaciones y el interés turístico, las autoridades paquistaníes han comenzado a proteger esta cultura.

Hoy en día las tradiciones de los Kalash continúan, pero cada vez más están siendo influenciadas por las incursiones del estilo de vida moderno, que acerca a las generaciones más jóvenes al estilo de vida y las enseñanzas islámicas.






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