SIKHS, INDIA

Un Dios creó a todos los hombres;
Todos los hombres están moldeados de la misma arcilla;
Reconoce la luz del Señor dentro de todo, y no consideres la clase social o el estado;
No hay clases o castas en el mundo de ahora en adelante.

Guru Granth Sahib, escrituras sij, p. 349

La palabra «Sikh» significa «buscador de la verdad». El sijismo se originó en el norte de la India y es la quinta religión más grande del mundo. Su historia se remonta a hace 500 años, cuando un gurú llamado Nanak recorrió el subcontinente del sur de Asia enseñando que todos los caminos llevan a un solo Dios, todas las personas son iguales, y cada uno de nosotros puede experimentar la libertad amando y sirviendo a los demás.

Su característica más notablemente es su colorido turbante, que expresa su compromiso con la defensa de los valores sikh. Pero además todo aquel que profese el sijismo debe respetar las cinco ‘k’: kash (pelo, no cortarse el pelo), kangha (peine de madera, llevarlo para peinarse), kara (pulsera de hierro, siempre en la muñeca), kach (ropa interior de algodón) y kirpan (puñal, que siempre hay que llevar).

Su capital religiosa es Amritsar, en el corazón del Punjab. Es allí, al final de numerosas callejuelas, donde está el Golden Temple, un impresionante templo forrado de oro. En una amplia sala del primer piso se encuentra el manuscrito original del Granth (Libro Sagrado) que se conserva entre velos y terciopelos rojos, y donde se recogen las ofrendas de los peregrinos. Por una escalerilla se accede al piso superior, allí, hay siempre alguien que canta los versículos sagrados.

Los peregrinos que visitan este lugar se alojan y comen de manera gratuita en unos palacetes que rodean a un estanque sagrado que se encuentra junto al templo. Todos los peregrinos colaboran desinteresadamente en la elaboración de la comida, en la limpieza de los utensilios utilizados y en la conservación del templo.

El Templo Dorado es un ejemplo de la bondad de las personas, en ninguna parte es más evidente la conexión entre los hombres, más allá de sus lógicas diferencias. Todos los que lo visitan son bienvenidos, es un lugar que nunca se cierra a los viajeros, fieles, peregrinos o simplemente curiosos, donde nadie es rechazado. Las únicas reglas exigidas para disfrutar de su hospitalidad son que te cubras la cabeza, tanto hombres como mujeres, y que entres descalzo y con los pies lavados en una de las áreas dedicadas antes de acceder al recinto sagrado.

Los hombres sikh utilizan la palabra «Singh» (León) como su segundo nombre o apellido. Y es que, tras sus rostros forjados con facciones de insólita fiereza, se abre paso un corazón moldeado de bondad y generosidad que asombra a cualquiera que se acerca a ellos.






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