KONYAK


“Has visto muchas cosas y no temes la muerte, pero algunas veces la deseas, ¿no es cierto? Eso le pasa a los hombres que han visto lo que hemos visto. Como las flores, vamos muriendo, reconocer la vida de cada sorbo de aire, de cada taza de té, de cada muerte. Ese es el camino del guerrero.”

La noche de los tiempos está próxima a cerrar un nuevo capítulo de la historia. Dentro de una década ya habrá desaparecido el último vestigio de aquellos feroces guerreros Konyak que atemorizaban a sus enemigos con sangrientas expediciones cuyo objetivo era la caza de cabezas humanas. Con los últimos headhunters se enterrará para siempre su truculenta historia y su rica cultura de tatuajes faciales y corporales.

Los Konyak son una de las casi 20 tribus Nagas que habitan el remoto noreste de la India y de Myanmar. Cada uno de estos pueblos Naga posee diferentes orígenes, cultura y apariencia física, pero entre ellos destacan los Konyaks, temidos por ser ávidos cazadores de cabezas humanas, práctica que desarrollaron hasta los años 70, y admirados por sus impresionantes tatuajes faciales, una manifestación de arte vivo sobre la piel.

La caza de cabezas y los tatuajes estaban perfectamente interconectados en la cultura Konyak, hasta que con la llegada de los misioneros cristianos en 1940 estas prácticas disminuyeron lentamente hasta su desaparición. Hoy en día son solo un recuerdo en la frágil memoria y la tinta envejecida en los cuerpos de los más ancianos.

Durante siglos, cortar la cabeza de un enemigo fue una parte integral de su cultura, y aparentemente, era la única forma en que un joven podía adentrarse en la madurez. Regresar a la aldea con la cabeza de un enemigo en la mano le otorgaría al cazador el privilegio de lucir un tatuaje facial, que se consideraba un símbolo del gran coraje, valentía, orgullo y fuerza del guerrero. El diseño y los patrones del tatuaje de cada headhunter variaban y dependían del número de cabezas cortadas. Cuantos más enemigos maten, más complejo será el diseño del tatuaje.

Para los Konyak los tatuajes eran como usar un uniforme con diseños distinguidos, que diferenciaban entre un guerrero y un hombre común, una persona del clan aristocrático de otros clanes, una niña soltera de una mujer que está comprometida, etc… Un modo de diferenciarse, pero a la vez de identificarse con los suyos, era el evento para celebrar el ciclo de vida de la mayoría de edad y una marca de valor y triunfo de logros en la guerra.

Los gestos y la mirada envuelta en el feroz tatuaje de los cazadores de cabezas encierran hoy mil matices: la fiereza del pasado asesino, el miedo animal, el orgullo cultural, el arrepentimiento, los valores de los antepasados y los adoptados recientemente. Un crisol de emociones que se ofrece con amabilidad a la cámara. Un contraste que retrata el orgullo de su ancestral cultura plasmada en sus tatuajes y sus collares de latón que delatan sus cacerías, y su mirada de arrepentimiento tras conocer y aceptar los nuevos valoras universales.

¿Qué sucede cuando una cultura se desvanece? ¿Qué sucede cuando las tradiciones y el estilo de vida van cayendo en el olvido? Las costumbres que la tribu Konyak alguna vez practicó y celebró ahora están muriendo con los cazadores de cabezas. Desde 1960, las generaciones más jóvenes adoptaron otras formas culturales y nuevos estilos de vida, lo que hizo que poco a poco desapareciera la cultura que finalmente encarnaba quiénes eran. Pero para los ancianos de la tribu Konyak, la caza de cabezas, por extraño que parezca desde fuera de su cultura, tenía su propósito… Eran otros tiempos…






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