Aghori


Hay quienes adoran al Dios de los Altos Cielos.
Hay quienes adoran a Dios en una estatua o en una imagen.
Hay quienes adoran al Dios sin forma.
Hay quienes adoran a Dios en sus propios corazones.
Hay quienes creen que Dios es la mente.
Los Aghoris adoran a Dios en su cuerpo o en el cuerpo de los demás.

Porque «Yo soy Dios», Aham Brahmasmi.

Rara vez la intersección espacio/tiempo nos muestra el fruto atemporal en su más cruda realidad. Y es que, algunas veces es como si la maquinaria del universo hubiese sufrido un desajuste, y por una de sus rendijas pudiésemos observar el tiempo en sus orígenes. Esto sucede cuando estas ante la presencia de un Aghori, sientes que te remontas a los confines más lejanos del tiempo, al origen de las civilizaciones, cuando los valores y las normas de los hombres estaban por definir, cuando la naturaleza y sus instintos aun eran prioritarios para nosotros.

La atemporalidad de los Aghori queda manifiesta tanto en su estética necrófila como en su filosofía de vida. En uno u otro caso, su presencia nos remonta a nuestros orígenes, poniendo en relieve lo quebradizo de la esencia humana, a la vez que nos enfrenta desnudos ante el espejo de nuestra propia muerte.

Etimológicamente, Aghora es un vocablo sanscrito fruto de la combinación de dos palabras: la negación A, y Ghora, la oscuridad profunda de la ignorancia. Aghora es, por tanto, la ausencia de oscuridad, la luz del conocimiento. Pero a la vez también significa persona que se aleja de los sentimientos, que se ha desprendido de ellos. En síntesis, es un camino para alcanzar la purificación despojándose de los sentimientos propios de los humanos, de los que nos enraízan con la vida terrena.
“Shiva, o el que ha alcanzado el estado de Aghor” repite un importante mantra Hindú. Y es que los Aghori están ligados a la figura del Dios Shiva. De entre los avatares de este Dios, el quinto es conocido como Aghor. Los métodos y medios para lograr ese estado es la base de sus formas de conocimiento, para lo que tratan de emular la sabiduría y la estética de su Dios.

Su apariencia de locos místicos les hace ser temidos a la vez que respetados. En su contra juega el hecho de ser necrocaníbales, lo que ha propiciado que sean excluidos del Hinduísmo, sin embargo, la India más popular les atribuye poderes mágicos, incluso capaces de obrar milagros. Suelen habitar cerca de los crematorios, desnudos, ataviados con ropajes negros o con el sudario de algún fallecido, y siempre van embadurnados con las cenizas de las cremaciones, el polvo purificador -Vibhuti. Un cráneo humano, el kapala, que utilizan como recipiente para beber y comer, les recuerda la omnipresencia de Shiva.

Llevan una vida de extrema de meditación y espiritualidad. Para ellos este mundo y lo que nos ofrece es simplemente una ilusión, y también lo son la oposición vida/muerte, cuerpo/alma, puro/impuro…, son obstáculos en el camino del desarrollo espiritual de cada uno. Todo el universo es parte de la misma cosa. No ven diferencia entre el bien y el mal, como tampoco la ven entre la carne humana y animal, es por eso que consumen carne humana, e incluso beben orina o comen heces. Consideran que estas prácticas ayudan a matar el ego y encaminan al hombre en la percepción de la auténtica realidad y su belleza, despojada del lastre de lo material. Su objetivo es desprenderse de lo material accesorio y mezclarse en una fusión espiritual con lo absoluto. En esto consiste la purificación, en liberarse del ciclo de la reencarnación entendiendo el lugar que ocupamos dentro del absoluto.

Para recorrer este camino, para dejar de ser hombre y encarnar al mismo Shiva, es prioritario negar y prescindir de las posesiones y de los placeres y emociones humanas (odio, avaricia, pudor, miedo, asco…), de lo humano que nos ata a la vida. Logrado este propósito, el Aghori buscará la iluminación escarbando en la parte más oscura y turbia de la naturaleza humana. Una transmutación de valores, al más puro estilo nietzscheano, los lleva a rendir culto a aquellos actos que la moral tradicional cataloga como vicios, otorgando un lugar principal a la búsqueda de la belleza en lo vinculado con la muerte. De esta forma, negándose a sí mismos, es como se encarnan en su Dios Shiva. Este su camino para liberarse de los ciclos de reencarnación y alcanzar la salvación, el moksha.

Los Aghori son los hijos de Shiva, y como tal imitan sus gestos: Shiva una vez decapitó una de las cabezas de Brahma y se vio obligada a deambular por las afueras de la ciudad mientras cargaba la cabeza. Buscando emular a Shiva, ellos también portan cráneos humanos. Su original interpretación de la religiosidad hace que las prácticas de los Aghori sean poco ortodoxas y muy extremas, lo que provoca el rechazo de la mayoría de los hindúes. Los rituales necesarios para lograr su objetivo son demasiado radicales. No hace falta decir que este no es un camino que muchos desearían o podrían seguir.






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