SURMA


«La lucha primitiva no es ni caprichosa ni instintiva; constituye simplemente uno de los mecanismos de interrupción que ayudan a mantener las poblaciones humanas en un estado de equilibrio ecológico con sus hábitats».
Marvin Harris (Antropólogo)

En el Valle del Omo, al suroeste de Etiopía, en frágiles poblados de chozas primitivas, habitan los Surma, un pueblo seminómada que basa su sustento en pequeños cultivos de maíz y sorgo, y en el alimento, en forma de leche o sangre, que obtienen de su ganado. Parcas posesiones que protegen con su vida, lo que les otorga el título de ser una de las tribus más guerreras de la región.

Su forma de vida casi prehistórica, donde apenas han llegado los avances tecnológicos más básicos, como la electricidad o agua corriente, contribuye, por una parte, a la pureza de sus tradiciones, y por otra, nutre sus condiciones precarias de vida. Es el milagro de la ausencia de tecnologías lo que hace que se mantenga vivo el ansia de contacto social en las largas veladas de música y danza alrededor del fuego, o la elección de pareja a través del valor demostrado en rudos combates donga. Sólo la abundante presencia de viejos Kalashnikov remite a tiempos presentes.
Es común ver su cuerpo decorado con escarificaciones, también se acicalan dibujando con arcilla blanca figuras geométricas en sus cuerpos desnudos. Tanto unos como otros, solamente utilizan una pequeña manta que sirve para cubrir su cuerpo cuando es necesario, o como de cama en el interior de las chozas.

Los hombres demuestran su valor y prestigio social participando en las luchas donga, violentos combates, donde armados con largos y finos palos, disputan quién de ellos son los más fuertes y valerosos guerreros. Los vencedores tendrán el privilegio de escoger esposa.

Las mujeres a partir de los 20 años lucen platos de arcilla incrustados en los labios y las orejas, algunos de un diámetro considerable. Esta práctica cobra gran importancia en el momento del matrimonio: cuanto más grande sea el plato que lleva la novia, su familia tendrá la oportunidad de pedir una dote mayor, que generalmente consiste en cabezas de ganado o viejos fusiles.

Y es que, cuando la tecnología no invade desmesuradamente el espacio humano se produce el prodigio de conservar, sin apenas alterarse, la esencia de las antiguas tradiciones. Es aquí donde podemos vernos reflejados como especie, en el espejo que nos devuelve la imagen de lo que somos en origen.






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